Nos habíamos acostumbrado a hablar de él como si estuviera muerto.
El genio sobre el que si cimentaron los orígenes de Pink Floyd, un joven enigmático de mirada onda, los ojos delineados con khol, el cabello revuelto, el atuendo suntuoso, estrafalario y decadente de los gloriosos años 60´s - gloriosos por sus exesos, sus saltos en el vacío- que sucumbe al brote psicótico provocado por el LSD y el peso de la fama.
Sabrá Dios qué pensaría el recluso que fue envejeciendo, poco a poco y en silencio, hasta convertirse en el señor de expresión grave y cabeza calva que la cámara a veces sorprendía en Cambridge, donde el genio torturado, atrincherado en el sótano de la casa de su madre, habrá escuchado el eco de esa banda brillante hasta que el cáncer, o la diabetes o los dos juntos, se lo llevarón el 7 de julio del 2006.
Roger Keith Barrett, nacido en 1946, criado en esa postguerra que después sería el telón del fondo del universo sonoro de sus antiguos compañeros de banda, adoptó un nombre ajeno para soltar los pájaros revoloteando en su cabeza:
Syd Barrett.
A ese alter ego, a ese fantasma que se convirtió en mito y que hoy recordamos, Roger Keith le dio la espalda hace 30 años.
¡CUANDO VIVO MUERO!
Recordamos porque, al escuchar sus álbums como solista, The Madcap Laughs y Barrett (ambos de 1970) que, dice la leyenda, son un grito de auxilio lanzado en sesiones de grabación desastrosas en que Barrett daba vueltas en un mundo paralelo, escuchamos no sólo el grito de un alma que se desnuda en el ocaso aterrador de la locura, sino también en la poesía golpeando en las ventanas, el espíritu inasible iluminando paisajes de melancolía y de una belleza extraña y deslumbrante que, más que la tragedia del colapso mental de un joven tocado por los dioses, más que el misterio del famoso artista vuelto recluso, pintando , escribiendo y escuchando desde su rincón con la puerta cerrada al mundo, crearon desde un principio la leyenda.
SIGUE BRILLANDO...
La leyenda emézó con álbums que, dicen, son las obras maestras de Pink Floyd (aunque las opiniones difieren cuando una banda lleva cerca de 40 años creando álbums fundamentales): The Piper at the Gates of Dawn (1976) y A Saucerful os Secrets (1968).
El colapso mental, los brotes psicóticos, el comportamiento errático que llevaron a la expulsión de Barrett del grupo que él había bautizado, no fueron mancha suficientemente oscura como para opacer el brillo con que "Syd", el doble de sí mismo, había tocado a la banda para siempre.
La melancolía, el misterio, el juego , la inconfundible psicodelia britanica, lánguida y a la vez risueña, las imágenes dislocadas y de dolorosa hermosura quedaron sembrados y han seguido creciendo en la obra posterior tanto de Pink Floyd con Dvid Gilmour- no tomando su lugar, sino recibiendo el aumento del relevo-, como de Roger Waters en su obra como solista.
No, la presencia de Syd Barrett no es un fantasma detrás de la obra de Pink Floyd.
Es la luz (dolorosa, pero luz al fin) que sigue brillando en la música de esa banda extraordinaria, y en buena parte del mejor rock que han hecho sus herederos de generaciones posteriores.
Shinen On Crazy Diamon.